Estados Unidos ha incrementado discretamente su presencia militar en la región del Golfo Pérsico, en un aparente esfuerzo por reforzar su capacidad de ataque contra la infraestructura nuclear iraní. Diversos movimientos estratégicos, combinados con recientes gestiones diplomáticas, sugieren un aumento de las tensiones a medida que se acerca la fecha límite para la reanudación de las negociaciones nucleares.
En los últimos días, se ha registrado el redespliegue de varios bombarderos furtivos B-2 Spirit del Ala de Bombardeo 509 de la Fuerza Aérea de EE.UU. a Diego García, una base aérea en el océano Índico utilizada para operaciones de ataque de largo alcance. Este tipo de aeronaves, diseñadas para penetrar defensas aéreas avanzadas, serían fundamentales en cualquier ataque contra las instalaciones nucleares más protegidas de Irán.
El despliegue ha sido acompañado por un refuerzo logístico significativo: Diez KC-135R Stratotanker, esenciales para el reabastecimiento en vuelo de los B-2 y otros activos aéreos. Tres C-17 Globemaster III, empleados para el transporte de personal y equipamiento estratégico.
En paralelo, el grupo de ataque del portaaviones USS Carl Vinson ha abandonado el Pacífico occidental y se dirige al mar Arábigo, donde el USS Harry S. Truman ya está operando. La presencia simultánea de dos grupos de portaaviones en la región refuerza la hipótesis de que EE.UU. está aumentando su preparación para una posible intervención militar.
En el ámbito diplomático, Washington e Israel han sostenido reuniones de alto nivel en la Casa Blanca para evaluar la evolución del programa nuclear iraní. Estos encuentros se producen en un contexto de creciente presión por parte de Israel, que insta a EE.UU. a lanzar ataques preventivos contra Irán.
El presidente Donald Trump ha enviado recientemente una carta al ayatolá Alí Jamenei, dándole un plazo limitado para regresar a la mesa de negociaciones o enfrentar una posible acción militar. Sin embargo, la postura iraní sigue siendo desafiante. La administración estadounidense ha expresado su preocupación por el rápido avance del programa nuclear de Irán, con informes de inteligencia que indican que el país podría estar cerca de ensamblar un dispositivo nuclear.
Israel sostiene que su capacidad para desmantelar el programa nuclear iraní de manera unilateral es limitada y que solo con la participación activa de EE.UU. se podrían lograr resultados decisivos. En este sentido, la influencia israelí sobre la política de defensa estadounidense sigue siendo un factor determinante en la evolución de la crisis.
Un ataque estadounidense contra las instalaciones nucleares de Irán requeriría una combinación de operaciones de precisión y capacidades furtivas, con el empleo de bombarderos B-2 y el respaldo de unidades navales desplegadas en la región. Entre los posibles objetivos se encuentran instalaciones subterráneas fortificadas, como la planta de enriquecimiento de uranio en Fordow y el complejo nuclear de Natanz.
A medida que se intensifican los preparativos militares y la presión diplomática, la posibilidad de una escalada militar sigue latente. Con Washington e Irán en posiciones cada vez más intransigentes, el margen para una resolución pacífica del conflicto se reduce rápidamente.
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Estados Unidos podría estar preparando un ataque contra las instalaciones nucleares de Irán |