En septiembre de 2018, Nicolás Maduro subió al podio de la Asamblea General de las Naciones Unidas con un mensaje desafiante. En su discurso, el dictador venezolano denunció una “agresión permanente” por parte de Estados Unidos, calificando de “imperial” el actuar de Washington y responsabilizando a las “oligarquías continentales” de los problemas que enfrentaba Venezuela.
En ese momento, el país atravesaba una de sus peores crisis políticas y económicas, con protestas masivas, inflación galopante y una crisis humanitaria que provocaba la huida de millones de venezolanos. Además, según un reporte de Wired, el discurso de Maduro coincidía con una serie de operaciones encubiertas lideradas por la CIA y el gobierno de Estados Unidos, cuyo objetivo era presionarlo para que abandonara el poder.
La administración del entonces presidente estadounidense Donald Trump había estado trabajando arduamente para sacar a Maduro—un aliado de Cuba y Rusia—del poder. De hecho, Trump incluso había especulado públicamente sobre la posibilidad de ejercer “una opción militar, si es necesario,” para hacer frente a la situación en Venezuela.
En ese momento la administración Trump intensificó sus esfuerzos a nivel mundial para aislar y derrocar al líder venezolano, incluyendo la imposición de sanciones adicionales punitivas contra su régimen. Gran parte de esta maniobra diplomática se desarrolló de manera pública. Sin embargo, la administración también puso en marcha un enfoque más secreto en su campaña por el cambio de régimen: una iniciativa encubierta dirigida por la CIA para ayudar a derrocar a Maduro.
Uno de los elementos clave de esta estrategia involucraba a la agencia de inteligencia estadounidense y a Colombia, aliado histórico de Washington en la región. Según fuentes consultadas por la revista estadounidense Wired, en 2019, los funcionarios de la administración Trump promovieron diversas tácticas de desestabilización, algunas de las cuales incluían operaciones de sabotaje en la flota de aviones de combate Sukhoi Su-30 de Venezuela, una de las mayores adquisiciones militares de la era de Hugo Chávez y pieza central de su poderío aéreo.
En una operación que buscaba golpear la capacidad operativa de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, agentes colombianos, con apoyo de inteligencia proporcionado por Estados Unidos, supuestamente intentaron sabotear los aviones Sukhoi Su-30 'Flanker' en el propio territorio venezolano.
La operación, descrita en Wired por exfuncionarios de la CIA y de la administración Trump, tuvo como objetivo dañar una flota de cazabombarderos que representa una de las inversiones militares más significativas de Venezuela. El plan contemplaba el uso de agentes colombianos con experiencia en operaciones encubiertas, quienes recibieron datos precisos de Estados Unidos sobre la ubicación y vulnerabilidades de estos cazas.
La intención era reducir la capacidad de defensa aérea de Venezuela y mermar su influencia militar en la región. Sin embargo, la operación no tuvo el éxito esperado, ya que, según las fuentes de Wired, los saboteadores lograron afectar solo a unos pocos de estos aviones de combate, lo que no generó el impacto esperado sobre la Aviación Militar Bolivariana.
Cabe recordar que la adquisición de estos aviones rusos se llevó a cabo en 2006, cuando Venezuela compró 24 unidades a Rosoboronexport, la agencia estatal de exportación de armas de Rusia, con el fin de robustecer su capacidad de defensa ante posibles amenazas regionales y mantener la superioridad aérea en el Caribe y América del Sur.
El Su-30 es un caza bimotor de fabricación rusa, desarrollado para misiones de superioridad aérea y ataque a tierra. Equipados con sistemas avanzados de misiles y con la capacidad de volar a velocidades superiores a Mach 2, los Su-30 representan el núcleo ofensivo de la Aviación Militar Bolivariana y han sido utilizados recurrentemente en ejercicios militares para mostrar la fortaleza militar de Venezuela frente a países vecinos, en especial Colombia.
Venezuela ha destacado en la región por poseer una de las flotas de aviones de combate más avanzadas, y el Su-30 ha sido fundamental para mantener su posición como potencia militar regional. Con una autonomía de más de 3,000 kilómetros y una carga útil de hasta 8,000 kilogramos, estos cazas tienen capacidad para operar misiones prolongadas y realizar incursiones en profundidad.
Venezuela ha invertido en el mantenimiento y actualización de estos aviones, aunque en los últimos años se ha enfrentado a dificultades para adquirir repuestos debido a la situación económica del país, lo que hace que su mantenimiento dependa en gran medida de la ayuda técnica rusa.
Coincidencialmente, el 16 de octubre de 2019 un avión de combate Sukhoi Su-30 de la Aviación Militar Bolivariana (AMB) de Venezuela, se estrelló en las instalaciones de la base aérea, Capitán Manuel Ríos (BAEMARI) en El Sobrero, estado Guárico, cuando se disponían a realizar una misión de vuelo.
En el siniestro perecieron el General de Brigada Virgilio Raúl Márquez Morillo integrante del cuerpo de Generales de la Aviación Militar Bolivariana y el Capitán Nesmar José Salazar Nuñez piloto del Grupo Aéreo de Caza N°11.
La aeronave se accidentó por presuntas fallas mecánicas en sus motores cuando despegaba desde la Base Aérea El Sombrero con destino a la Base Aérea teniente Luis del Valle García (BAVALLE) ubicada en la ciudad de Barcelona, en el estado Anzoátegui.
El Sukhoi Su-30MK2 es un cazabombardero polivalente desarrollado por la compañía rusa Sukhoi Corporation. Se trata de un caza de superioridad aérea pesado, de largo alcance y capacidad todo tiempo que actualmente es considerado como uno de los más avanzados y poderosos de América Latina.
Según los detalles proporcionados por Wired, los intentos de sabotaje a los Sukhoi Su-30 en 2019 fueron solo una de las múltiples tácticas impulsadas por la administración Trump para debilitar el régimen de Maduro.
En otro caso expuesto por la revista, la CIA llevó a cabo con éxito un ataque disruptivo contra Maduro: un ciberataque al sistema de nómina administrado por el estado que se utiliza para pagar los salarios a los miembros de las fuerzas armadas de Venezuela. Este intento fue diseñado para empujar a los oficiales militares venezolanos en una situación precaria hacia el bando de la oposición.
Mientras que la CIA y otros agentes estadounidenses promovían esfuerzos para fomentar la “democracia” en Venezuela a través de campañas en redes sociales y de apoyo a grupos de la sociedad civil, las facciones más beligerantes dentro del gobierno estadounidense impulsaban un enfoque más agresivo. John Bolton, quien entonces era asesor de seguridad nacional de Trump, abogaba por acciones más contundentes, que incluyeran operaciones de sabotaje directo y limitación de los recursos de la administración de Maduro.
A pesar de los esfuerzos estadounidenses, las tácticas de sabotaje y las sanciones no lograron su objetivo de debilitar el régimen venezolano al nivel deseado. La presencia de personal de seguridad cubano en Venezuela, quienes actúan como guardias de Maduro, fue un obstáculo adicional en la estrategia estadounidense.
La administración Trump también consideró otras medidas de presión, como sabotear el flujo de petróleo de Venezuela hacia Cuba, lo cual habría afectado tanto al régimen de Maduro como al gobierno cubano. Sin embargo, estas operaciones enfrentaron resistencia dentro de la propia CIA, cuyos líderes temían que una intervención directa en la región podría generar repercusiones negativas y desestabilizar aún más la situación en el país sudamericano.
El intento de sabotaje de los aviones Sukhoi de Venezuela es un recordatorio de las complejas operaciones encubiertas que Estados Unidos y sus aliados han desplegado en la región para limitar la influencia de gobiernos adversos. A pesar de los avances en la cooperación y el uso de inteligencia para debilitar las capacidades militares venezolanas, los resultados han sido parciales y la estabilidad de Maduro en el poder parece, hasta el momento, inquebrantable.
Colombia y Estados Unidos sabotearon la flota de cazas Sukhoi Su-30 de la Aviación Militar Bolivariana de Venezuela, según declaraciones de oficiales estadounidenses a la revista Wired. |